lunes, 7 de julio de 2014

Participar en las elecciones burguesas

Roberto Mérida Fernández, Sevilla

La "democracia" capitalista es una máscara, una máscara que usa el sistema para legitimarse por medios más sutiles, en la que los poderosos nos dejan a los obreros el único derecho y poder de elegir cada cuatro años a nuestros tiranos: elegir qué parte de la clase capitalista se dedicará a legislar, a explotarnos y reprimirnos desde el parlamento y desde un consejo de ministros. El objetivo de los obreros, ante tal estado de cosas, es, en primera instancia: derrocar ese régimen, que utiliza la clase capitalista como árbitro para la defensa colectiva de sus intereses: ¿cómo? Sustituyendo la Democracia capitalista por una Democracia obrera, donde nuestra capacidad de participación en la toma de decisiones políticas sea total, y no se reduzca a depositar en una urna una papeleta cada cuatro años. ¿Significa eso que mientras logramos derrocar o no el Estado capitalista y su régimen parlamentario (mal llamado democracia) no debemos aprovechar las posibilidades que nos dan las urnas, la "democracia" capitalista, el parlamentarismo burgués, para darnos a conocer y sembrar contradicciones en el enemigo, exponiendo al desnudo las contradicciones del régimen desde sus mismos parlamentos? Definitivamente sí: toda posibilidad de aspirar a cargos representativos y cuotas de poder dentro del régimen de Democracia capitalista de los burgueses debe ser aprovechado por los obreros como una forma de ir acumulando fuerzas, de denunciar y exponer las injusticias y contradicciones en el altavoz mediático que nos brinda el parlamento, las campañas electorales y los medios, y de ir dando a conocer las posiciones favorables a subvertirlo.


Si no votáramos, si no hubiésemos obtenido 5 escaños Podemos, y 6 IU en el europarlamento, nuestras opciones no generarían el mismo interés social ni el mismo revuelo y atractivo mediático, no vendrían los periodistas a entrevistarnos, a interrogarnos y a saber qué pensamos, a obligarnos a responder ante temas y preguntas conflictivas, no se hablaría de nosotros, de Alberto Garzón, Tania Sánchez o de Cañamero, ni de Pablo Iglesias ni de Monedero, ni de Beiras, ni de Sabino Cuadra, no tendríamos una opción de dar a conocer nuestras propuestas revolucionarias ante el común del pueblo. Desde esa palestra parlamentaria podemos generar conciencia sobre lo podrido que está el actual sistema, sobre los recortes, sobre cómo nos venden a las multinacionales y bancos, sobre cómo nos expolian, nos explotan laboralmente y nos van quitando derechos, y sobre la necesidad de derrocar, de cambiar semejante sistema injusto, sobre la farsa que es el actual régimen de Democracia capitalista, sobre cómo nos priva de la posibilidad de decidir sobre cada reforma, de corregir el rumbo de la economía en favor del pueblo, y sobre cómo corrompe a los diputados pagándoles sueldos 7 veces superior a los de un obrero, que los sitúan en el bando de los empresarios.

Antes todo el debate social se dirimía entre PP-PSOE, ahora se dirime entre PP-PSOE vs. Podemos-IU. Eso permite que el debate social gire en torno a posiciones y contenidos mucho más a la izquierda, más favorables a los intereses obreros y populares, abandonando el viejo cariz de corte liberal a que nos tenían habituados. Y eso, abre un escenario político totalmente nuevo, en el que crecen las expectativas, ante cualquier aspiración de cambio social, al que difícilmente habríamos podido aspirar de renunciar a participar en la palestra parlamentaria burguesa. Al crecer la presencia e influencia mediático-parlamentaria de las organizaciones de izquierdas, crece, indefectiblemente, la posibilidad de participación de estas organizaciones en las luchas sociales, y su presencia a pie de calle. Crece en la opinión pública el cuestionamiento del régimen, se popularizan en los debates las medidas programáticas, posiciones y posturas propias de la izquierda radical. Crece la posibilidad de subvertir todo el orden establecido, por medio de una revolución triunfante.

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