viernes, 27 de junio de 2014

La economía sumergida

Manuel de la Huerta Sánchez, Pineda de Mar, Barcelona

Muchos son los que cada día llegan a nuestras costas buscando un trabajo, pero no tienen la suerte de encontrarlo. Al no haber trabajo para un gran ejército de parados de en torno a 6 millones de personas en el país, difícilmente lo encuentran quienes arriban a costas españolas. Surge de esta forma la picaresca por sobrevivir: del "español espabilado", empresario al que le llega la mano de obra barata, sin pagar seguridad social; del que tiene un restaurante y con dos o tres subsaharianos realiza todo el trabajo de limpieza, no los pone a servir mesas, pero sí a recogerlas; del que tiene un chiringuito en la playa, y tiene a inmigrantes colocando en las hamacas los parasoles, vigilando que paguen los guiris. Antes salían de las costas españolas barcos llamados negreros, a la busca de esclavos; ahora vienen ellos solos: nos hemos superado, de este modo.


Queremos que nos arreglen el terreno, vamos a la plaza del pueblo y ahí están: se ofrecen por muy poco dinero. Si el gobierno, que todo lo sabe, estuviere por la labor de interrumpir este fenómeno, tendría recursos para hacerlo, pero comprueba ingentes beneficios en la existencia de dinero negro (nunca mejor dicho), albergando cuentas en Suiza, a "trochemoche", sin que el grueso de la población le plante cara, alzando su voz al grito de "es necesario otra clase de gobierno" en España. Es necesario, voy más allá, no sólo un cambio de gobierno, sino de régimen y de sistema, a fin de que se produzca un cambio profundo y verdadero. De lo contrario, "todo seguirá igual hasta que reviente".

Como Manuel de la Huerta Sanchez, exijo y pido la III República, como nieto de Republicano que dio la vida por su ciudadanía, los trabajadores, y la libertad.

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