sábado, 24 de mayo de 2014

Sobre el peligro del capitalismo

Roberto Mérida Fernández, Sevilla

El capitalismo es un sistema económico fracasado, desde el punto de vista de las necesidades sociales de la amplia mayoría de la población. En 2 siglos de existencia de capitalismo, éste ha sido incapaz de resolver las necesidades más elementales de al menos 2 tercios de la población mundial. Millones de personas viven con menos de un euro ó dólar al día bajo este sistema, en tanto unas pocas personas viven con miles de millones de euros o dólares.

Para que existan tales aglomeraciones de dinero en pocas manos, es decir, para que existan tales privilegios, tiene que haber un enorme poder por parte de estas fortunas sobre las personas, y tiene que existir una gran mano de obra virtualmente esclava, explotada y precaria.


Porque el capitalismo busca el máximo lucro por parte del empresario, y para ello, necesita ahorrar en costes de producción, lo que consigue ahorrando en salario, en el sustento básico para el trabajador, y aumentando su jornada laboral.

En el capitalismo, la empresa privada revoluciona constantemente los medios tecnológicos y de industria, introduciendo adelantos que permiten ahorrar trabajo humano, pero en lugar de reducir cada vez más la jornada, y repartir la jornada existe entre el total de la población, hasta hacer de la jornada algo mínimo, liberando a la humanidad entera de la carga del trabajo físico humano, el capitalismo despide trabajadores, ahorrándose mano de obra, cuando se introduce una nueva máquina o adelanto que automatiza tareas o mecaniza el trabajo físico, no requiriendo más de los servicios del asalariado, y no contento con esto, pasa a cargar el trabajo de 3 o más trabajadores sobre las espaldas de uno, aumentando aún más, si se le deja, la jornada laboral de éste.

De esta manera, hemos llegado a una situación en que, en España, por ejemplo, existen 6 millones de desempleados.

El capitalismo es un sistema, pues, basado en la apropiación privada de los de producción, ya sea en la forma jurídica de empresa privada a título de propiedad, o de empresa pública privativa del equipo gobernande turno. En la mayoría de países es un hecho conocido que los partidos convencionales, que se turnan cada varios años en el poder, son financiados por los mismos grandes grupos de poder económico, transnacionales y financieros, con lo que hacen políticas a la medida de éstos: así se explica que, en plena crisis de la deuda bancaria privada, cuando el sistema bancario todo amenaza con caer en cadena debido a la sobreacumulación de capital basado en la deuda, los gobiernos neoliberales se dedican a destinar el dinero de las arcas públicas generado por las pocas empresas estatales que todavía quedan, y por los impuestos del trabajador, a los bancos privados, para salvarlos del agujero negro de la deuda, pero éste, como su nombre indica, continúa tragando sin fin tal capital regalado por el Estado, utilizándolo para pagar la deuda sin generar nuevos préstamos y, por tanto, incumpliendo una de las funciones sociales básicas de la infraestructura bancaria, que es poder prestar dinero cuando no lo tienes. La causa de esta crisis de la deuda es clara: el dinero que se ha contabilizado como beneficios por parte de los bancos y con el que se ha seguido reinvirtiendo, no se tiene realmente, porque se basa en préstamos ya dados a familias, la mayoría de las cuales no están pudiendo devolver, de ahí los desahucios como medida deseseprada del banquero por recuperar algo de capital físico activo que asegure parte de la inversión y de ese capital ficticio contabilizado, en forma de capital real tangible).

Hablamos por tanto, de apropiación privada o privativa de los medios de producción y no tan solo de propiedad privada, y metemos pues, en este saco, a la propiedad pública, en la mayoría de Estados capitalistas (que se basan en las leyes de libre mercado, permitiendo figuras como la propiedad privada de los medios de producción).

Hablamos de Estado capitalista o burgués cuando se basa en un sistema económico capitalista o que algunos llaman "de mercado", cuando sus altos cargos públicos y parlamentarios son "regalados" con grandes sumas de dinero que los meten dentro del engranaje, esfera y modo de vida burgués, y cuando el propio sistema está diseñado para la toma de decisiones por parte de esta minoría acomodada y burguesa.

Así pues, a una determinada forma de relaciones económicas y mercantiles privativas, y de propiedad de los medios de producción privativa, corresponde una determinada forma de modelo productivo, de relaciones sociales, de relaciones de CLASES económicas, y lo más importante, de instituciones.

A la forma jurídica que da cobertura a estas las llamamos supererstructura. A las relaciones económicas, mercantiles y productivas en sí, y a la forma real en que se practican día a día las relaciones sociales generadas por esta forma de interrelación productiva, la llamamos infraestructura. Y al conjunto de todo ello lo llamamos sistema.

Así mismo, el capitalismo es un sistema económico basado en la apropiación privada por unos pocos del trabajo que producen mayorías. Del fruto de este trabajo, una parte comparativamente pequeña va a parar a las manos del trabajador, en forma de salario, otra parte va a parar al mantenimiento de la infraestructura de dicha empresa, y una tercera parte, va a parar a los bolsillos o arcas privadas del empresario. En el caso de la propiedad estatal privativa, la plulsvalía existe también, y es en lo que se diferencia una empresa estatal privativa de una empresa socializada o colectivizada: así, en las empresas privativas del Estado no gobernado por los obreros, sino por élites burguesas ó aburguesadas (Estado burgués), se da también la explotación, solo que en unas condiciones más amortiguadas, menos francas y abiertas, al intervenir de manera no directa el interés particular de un propietario o empresario de turno, y de manera más general o diluida los intereses del gobierno o de la élite burguesa o aburguesada (burocracia retardaria) que administra dicho Estado.


¿Salir de la crisis del capitalismo o salir del capitalismo en crisis? Una coyuntura.

Incluimos pues, aquí, la figura de la burocracia como elemento retardario de la revolución democrática que se ha vivido y sigue viviendo, de forma parcial, en países que atraviesan por un proceso de revolución democrática y anticolonial, de corte redistributivo, como es el caso de Venezuela. Existen líderes políticos "plebeyos", obreros, de extracción humilde, campesina, indígena o proletaria, comprometidos con el cambio social, que han elegido como mecanismo más viable para transformar la sociedad en que viven el acceso a cargos directivos dentro del Estado burgués, en lugar del derrocamiento por la vía colectiva y popular armada del mismo. Hablamos de Estados que no han roto con el modelo económico capitalista. Líderes como Mujica o Maduro, el primero en una variante más moderada, el segundo en una variante más radical; son, en tanto siguen gestionando un Estado basado en el capitalismo y que sólo socializa o a menudo sólo estatiza una parte de los medios de producción, permitiendo la participación de empresas privadas (en el petróleo, por ejemplo), son gestores "obreros" del Estado burgués; buscan, desde el Estado burgués, aplicar medidas redistributivas que favorezcan al obrero, al campesino, y a las capas de la sociedad proletarizadas. Esto conlleva unos límites, pero abre un proceso dialéctico de contradicciones y luchas de clase, en que el gobierno pasa a estar del lado de los pobres, obteniendo su apoyo, y reclama a cada paso la movilización de los mismos para desbordar, por la vía de la lucha de clases, de la ocupación, de la fiscalización y el control económico, para imponer medidas colectivas, respaldadas, en base a reformas, por la legalidad "burguesa" del Estado, e imponer una correlación de fuerzas favorable. Se conforman así sistemas de gobierno "plebeyos" y mayorías parlamentarias populares, sujetas, en ciertos casos, al contrapoder y posibilidad de control a su legislación por parte de las capas populares, pero no a la revocación inmediata de cargos electos. Se produce así el fenómeno de la burocratización; la revolución se topa, llegada a una determinada fase de su desarrollo, con una traba para seguir avanzando: O transforman de manera radical las bases del Estado burgués y todo el sistema productivo y económico-laboral que lleva asociado, acabando a nivel jurídico con figuras como la propiedad privada de los medios de producción y socializando, es decir, dando posibilidad de control obrero, social y democrático a los medios estatizados y a su engranaje productivo asociado, toma de decisiones, planificación económica quinquenal, etc., o llegado un determinado momento, no podrán aplicar el grueso de su programa político, no podrán hacer política socialista, obrera, porque dichas intenciones se chocan con la realidad palpable del modelo productivo privativo o privado a que están sujetos, que constantemente genera unas injusticias y unas desigualdades opuestas.

Se llega así a la paradoja de que es imposible salir de la crisis del capitalismo sin salir del capitalismo en crisis en su conjunto.


El capitalismo genera vicios que coartan la lucha por la igualdad económica

Vemos que por estar basado en la explotación del trabajo ajeno por parte de unos pocos, en la apropiación desigual de capital, y por extensión de riqueza y poder de influencia sobre la sociedad en pocas manos, con posibilidad de reinvertir en nuevas empresas y controlar nuevos engranajes de la economía, y hasta de comprar y corromper a funcionarios del Estado, o financiar gobiernos y partidos, "sobornándolos" de manera legal, el capitalismo es un sistema que intrínsecamente se opone, llegado un determinado grado de desarrollo, a la consecución de la igualdad social y, por ende, a la desaparición de las clases sociales.

Es un sistema que permite que las grandes empresas lleguen a tener más poder que los Estados, y esto, a pesar de las buenas intenciones de un gobierno. Es un sistema que institucionaliza, fomenta y permite el desempleo, y convierte el trabajo humano, lejos de ser una carga mínima dignificadora, en una pesada carga, una mercancía molesta, y una fuente de explotación, precariedad y miseria, impidiendo llegar a un mundo donde el conjunto de la población pueda contribuir a esta carga colectiva del trabajo convirtiéndola en algo superfluo, y el desempleo quede abolido y completamente extirpado como cáncer social.

Es un sistema además, que tiende a limitar, mediante la pugna por la reducción gradual del salario y mano de obra, la capacidad de consumo de la mayoría de la población, a la par que busca una carrera desenfrenada por producir más para vender más y más de manera constante y expandir de forma gradual e ilimitada el capital y sus beneficios. El capitalismo llega a la paradoja de que la misma gente a la que van destinados los productos que produce no puede comprarlos, lo que genera pérdidas económicas y encierra el origen de la crisis, una crisis, que en toda la historia del capitalismo, se repite de manera cíclica.


El capitalismo amenaza con la supervivencia de la especie humana

Dicho afán por obtener más beneficios no repara en daños ocasionados al medio ambiente. Llega de este modo a amenazar la supervivencia del ecosistema en su conjunto. Amenaza, cuando no conduce, a la extinción de especies necesarias para la supervivencia del ecosistema mismo tal como lo conocemos. Amenaza, pues, con la supervivencia de la especie humana.

El capitalismo es un sistema que debe ser, por tanto, abolido desde sus cimientos. Si realmente luchamos por un mundo desarrollado, democrático, justo, igualitario y sostenible, y no por un mundo decadente.

Males como la delincuencia endémica que padece aún Venezuela, son originados por la desigualdad intrínseca que genera el capitalismo, y es fuertemente retroalimentada por la mafia y el narcotráfico inseparable de éste, es decir: el capitalismo ilegal. El capitalismo ilegal, o mafia, es inseparable del capitalismo en sus mayores grados de descomposición social, porque está ligado por miles de vínculos invisibles al capitalismo legal, al que soborna, del que se enriquece y nutre, utilizando como fuente de mano de obra y base social esa misma pobreza que el capitalismo como tal genera. El narcotráfico obtiene así un ejército de potenciales peones para introducir la droga, y de potenciales consumidores a que vender sustancias destructivas que amenazan con la descomposición gradual de la juventud y de la clase trabajadora entera, empezando por sus eslabones más desfavorecidos y socialmente abajo en la cadena social: surge de este modo el infraproletariado o "lumpen", es decir, aquella parte del proletariado tan desestructurado a nivel social y familiar, tan desmoralizado, tan alienado por la dependencia de los estupefacientes, tan contrario a los intereses mismos del proletariado en cuanto que se ve obligado, a fin de subsistir o sobrevivir, de robar, atacar, vender más droga, intimidar o violentar a compañeros de su misma clase obrera, que es poco probable que se den episodios de unión para una lucha cooperativa por la emancipación como clase social baja. Hablamos de un ejército de pobres alienados, esclavos de la droga y las redes del narco, sin capacidad y a veces voluntad para oponerse a ello, y que no estarán luchando precisamente por los intereses colectivos de la clase obrera, de la patria humana, mundial, o por el socialismo, sino por obtener sustento básico o más dinero para droga en un margen o escala de tiempo no mayor de 24 a 48 horas.


Socialismo o barbarie

El capitalismo es un sistema, pues, que amenaza con la descomposición de la sociedad y de las clases sociales en pugna, si no es superado por la vía revolucionaria, de la transformación social, y de la abolición de los antagonismos sociales entre tales clases opuestas. El capitalismo aboca a la sociedad misma al precipicio, si no deriva por la acción y la transformación revolucionaria a la desaparición de la existencia misma de clases económicas.

No se puede erradicar al narcotráfico, ni por lo tanto, solucionar el problema endémico de la delincuencia, no sólo compulsiva sino organizada, en países del tercer mundo e incluso del primero o segundo, donde el infraproletariado tiende a crecer en la medida en que crece la desocupación laboral, el desempleo, los recortes sociales, cesan las subvenciones y la manutención social, se ven desbordadas o sin recursos suficientes las redes de solidaridad y ayuda mutua, no digamos de la caridad, crecen los grandes cinturones de miseria, o arrabales, en tanto quiebra el campesino, el turismo o el sector de la construcción y más gente se ve forzada a emigrar de los pequeños a los grandes núcleos poblacionales, y aumentan los usos y comportamientos intrínsecamente violentos, sociópatas y destructivos fomentados por el narcotráfico y la necesidad supervivencia individual, que genera los agrupamientos en bandas, siendo el caldo de cultivo de éste.

Es posible una política redistributiva dentro del capitalismo pero sólo hasta cierto punto, pues en la medida en que el capitalismo siga siendo el sistema económico y social en que se basen las políticas redistributivas, unos límites le serán impuestos a éstas por acción de la presión de los mercados económicos nacionales, es decir, internos, y transnacionales.

El capitalismo es la fuente, a su vez, de que los propietarios de los medios de producción, la burguesía, no quiera renunciar a todos sus privilegios, y se organice una y otra vez para atacar de forma furibunda tales progresos sociales, como la fuente que amenaza como clase social el grueso de sus beneficios, sus privilegios y a la postre, su pervivencia. Las clases propietarias tratarán de volver al poder una y otra vez, mientras quede algo de capitalismo, para acabar con cualquier logro social alcanzado, por medio de reformas privatizadoras y de represión brutal contra la resistencia organizada a tal ataque. De esto estamos viendo ejemplos continuamente a través de movimientos "opositores" de derechas, en países donde impera el Estado burgués, pero la hegemonía política es ostentada  por sectores proletarios y de capas populares. Ejemplos triunfantes de tales movimientos reaccionarios, de involución social, han sido golpes de Estado, que han derivado en dictaduras militares de derechas, como el franquismo, en España, o las dictaduras militares del Cono Sur, en Latinoamérica, de Birmania, en extremo oriente, y de Grecia, en Europa; modo de régimen político al que una y otra vez recurren el capitalismo, la burguesía y el Estado burgués cuando ven amenazados su supervivencia ante la efusión e incapacidad de controlar por vías más moderadas y sutiles el cambio. Y pueden volver a darse si no se toman medidas contundentes de control a cualquier movimiento regresivo, y de erradicación total de las mismas bases del capitalismo por la vía de la socialización y el control económico de los medios de producción desde un sistema de gobierno popular, con el consecuente apoyo del control obrero en cada sector.

Socialismo o barbarie, pues, es la premisa. El capitalismo es anacrónico, y si no lo erradicamos como peso muerto que coarta el desarrollo de la civilización humana y el progreso hacia una nueva etapa de nuestra historia, terminará él erradicando toda esperanza de progreso y civilización, durante el próximo puñado de siglos, acaso eones, por parte de la especie humana.

Socialismo o barbarie. Por un sistema sin amos ni esclavos asalariados, sin patronal ni obreros, sin propietarios ni proletarios. Por un sistema sin clases sociales. Sin socialismo, no hay democracia, independencia ni soberanía para ningún pueblo en ningún lugar del mundo, en ninguna parte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario